Oscar Únzaga de la Vega hizo del petróleo el pivote ideológico de FSB. El antecedente fue la Guerra del Chaco, donde murieron 50.000 bolivianos, entre ellos su hermano Alberto. Bolivia poseía yacimientos que Paraguay ambicionaba con apoyo argentino. En 1938 se suscribió un tratado con Brasil para la explotación petrolera conjunta, asociada a la construcción de un ferrocarril por el que Bolivia accedería al Atlántico, comprometiendo una extensa porción del territorio nacional. Buscando un equilibrio geopolítico, en 1941 se suscribió otro acuerdo con Argentina, país que financiaría el ferrocarril Yacuiba-Santa Cruz, a ser reembolsado con la venta de petróleo a ese país.
Más allá del enfrentamiento brasileño-argentino, la primera discrepancia entre Oscar Únzaga y el Presidente Paz Estenssoro se produjo a poco de abril de 1952, cuando el primer gobierno del MNR suscribió un contrato con el ciudadano norteamericano Glen McCarthy, entregándole concesiones en el Chaco, en condiciones desfavorables al país y rompiendo el monopolio que ejercía YPFB. Únzaga hizo un durísimo comentario:
“La pléyade de caballeros que conformaron la Unión de Defensores del Petróleo, que luego fundaron el MNR, hoy entregan el petróleo al primer postor; es otro caso de crisálida que se transforma en larva”.
Citado a Palacio, el rompimiento entre Paz y Únzaga fue inevitable. El jefe falangista fustigó la política petrolera de la Revolución Nacional, lo que fue retribuido con una represión sin antecedentes en la historia. Únzaga se opuso al Código Davenport que permitió la llegada de la Gulf Oil Co. Desde el exilio preparó la argumentación con la que Jaime Ponce Caballero y Walter Vásquez Michel enfrentaron al oficialismo en el hemiciclo parlamentario boliviano. En medio de la rivalidad argentino-brasileña, Santa Cruz levantó legítimas banderas de reivindicación, exigiendo regalías por la explotación de los recursos energéticos en su territorio, a lo que se opuso el gobierno nacional, dando lugar a un sentimiento de indignación cruceña, ahogado por una invasión campesina que epilogó en la masacre de Terebinto, de amarga recordación. Unzaga retornó al país para las elecciones parlamentarias de 1958, pero luego de que se intentara asesinarlo en un violento ataque a la casa donde almorzaba en Sopocachi, debió volver al exilio, mientras aumentaba la presión sobre Bolivia desde Brasil y Argentina, aumentaba la represión en Bolivia y se perseguía a la dirigencia cívica de Santa Cruz, enfervorizando el sentimiento antagónico al gobierno.
El jefe falangista se desplazó en secreto de Buenos Aires a Río de Janeiro, comprobó la intensidad del juego geopolítico continental e ingresó clandestinamente a territorio cruceño para encauzar la rebelión de manera que no incurriera en excesos regionalistas ni amenazara la integridad nacional. Luego de duros combates, que Únzaga apoyó personalmente, se estableció una tregua en Santa Cruz que le permitió moverse a La Paz para su último alzamiento armado; la suerte y los intereses a los que se opuso impidieron sus propósitos y murió víctima de traición.